miércoles, 15 de enero de 2014

Las cosas por su nombre: Chávez-Maduro, las reformas al sistema y el socialismo Agosto/2013

Las cosas por su nombre:

Chávez-Maduro, las reformas al sistema y el socialismo

Un debate cruza a la izquierda latinoamericana: ¿es socialista el régimen de Chávez-Maduro? Rescatar las conquistas que el pueblo trabajador logró en Venezuela con el chavismo, vía reformas al sistema, es una cosa. Otra cosa es afirmar que camina al socialismo.
La erradicación del analfabetismo, el incremento de la participación en la renta nacional, la reducción de la pobreza a 29%  son los hechos que suelen señalarse como manifestación de una vía al socialismo en Venezuela. Quienes queremos el socialismo, reclamamos y nos apoyamos en conquistas como las señaladas porque significan mayor bienestar de los pueblos y son puntos de apoyo para seguir el horizonte por un cambio radical del sistema.
Pero,  ¿son éstas conquistas socialistas?  El acceso a la alfabetización masiva es un derecho democrático que planteó la revolución burguesa en la historia,  y que, en gran parte de los países capitalistas,  se logró. En nuestro país en el año 40, bajo el gobierno de los conservadores,  ya se había obtenido uno de los niveles más altos de alfabetización del mundo. Es cierto que este derecho democrático burgués (definición por origen histórico) no ha sido satisfecho  en la totalidad de los países y resulta en muchos una tarea pendiente que, muy probablemente, tendrá que cumplir una revolución socialista, como fue el caso de Cuba en la década del 60. Chávez la logró para los venezolanos en el siglo XXI, un país donde su burguesía privó a su pueblo de derechos democráticos o propios del  “estado de bienestar” que muchos estados capitalistas como el nuestro, desarrollaron durante el siglo XX,  y que incluso los dieron, para contrarrestar la influencia de las revoluciones socialistas de ese siglo.
Tampoco es específicamente socialismo el incremento de la participación de los trabajadores en la renta nacional. Bajo el peronismo de la década del 50, se logró la más alta de nuestra historia, poco más del 50%,  más que la lograda por el propio Chávez en el siglo XXI. El capitalismo en su etapa de decadencia tiende permanentemente a reducirla y por eso es una pelea cotidiana defender la participación de los trabajadores en la renta de cada país. Pero lo propiamente socialista no está en la distribución sino en la producción: lograr que sean los trabajadores los que,  mediante el ejercicio de la democracia obrera,   planifiquen y decidan sobre la producción en función de las necesidades del pueblo de conjunto, y no de la ganancia del capitalista.  Por  tanto, que dispongan del excedente de lo producido para la apropiación social.
El chavismo logró una mayor distribución de la renta petrolera para beneficio del pueblo que, sin duda, la continuidad de los gobiernos como el de Pérez solo hubiera destinado a  incrementar la riqueza de la burguesía. Pero el petróleo en Venezuela está siendo explotado por compañías mixtas venezolanas y extranjeras, desde chinas hasta belgas.  La nacionalización de recursos naturales tampoco es, en sí misma, socialismo. YPF fue empresa nacional que tenía el control total de nuestro petróleo en la primera mitad del siglo XX, hasta que el desarrollismo de Frondizi  dio entrada a  ESSO y a SHELL en nuestro país. En Venezuela no existe aún hoy un régimen de propiedad estatal como el que existió en Argentina bajo gobiernos conservadores burgueses. Y este límite hay que tenerlo presente. Lo propiamente socialista sería que, sobre la base de la total erradicación de capitales privados de las empresas petroleras, se organizara la producción controlada por los trabajadores en coordinación con la planificación de los trabajadores del resto de la economía.
Se puede argumentar que no existe relación de fuerzas suficiente para llegar a esto y que, Chávez hizo y –Maduro hace, “lo que se puede”. Empecemos entonces, por llamar a  las cosas por su nombre.  
Después de la toma del poder en Rusia del 17,  la situación para las masas era bastante peor que en Venezuela. La miseria y el hambre eran brutales. Lo que, según Trotsky, podía dar curso a que eso fuera revolución socialista era no sólo que los grandes resortes de la economía, la banca y el comercio exterior hubieran sido expropiados, sino que el pueblo trabajador, mediante los soviets y la democracia obrera, pudiera dirigir la economía. Fue justamente la derrota de la democracia obrera y el corte del curso hacia la creciente autodeterminación de los trabajadores, en una tensión entre Estado y no Estado, como proponía Lenin en “El Estado y  la revolución” ,  un Estado que en lugar de consolidarse fuera gestando su propia anulación, lo que no ocurrió. El Estado se fortaleció y  abrió el camino a la derrota de la propia revolución y a la traición estalinista.
 En Venezuela,  el régimen controla desde arriba. Los trabajadores no son sujetos de decisión mediante la democracia obrera más allá  de  que, mediante el régimen de representación burgués,  votaran a Chávez y que, subjetivamente se sintieran representados por éste.  Y este aspecto, la necesidad imperiosa de cimentar la revolución en procesos de autodeterminación de las masas como señala Marx, “la liberación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos”, es una preocupación que debe orientarnos.
 En política internacional, es válido reconocer que Chávez levantó su voz contra el imperialismo yanqui e impulsó la derrota del ALCA. Sus intervenciones públicas de denuncia a EEUU han servido para reavivar el sentimiento antiimperialista en América latina, después de la avalancha neoliberal.
Pero también debemos señalar que ha sido, no un mero error, sino una actitud que debe ser claramente condenada desde las filas del socialismo es  su sostén  de las dictaduras genocidas de Siria y  Libia.  En lo que va del siglo XXI, esos dos pueblos se han levantado en armas contra regímenes que torturaron, mataron, y ejercieron terrorismo de estado contra sus pueblos. Son las insurrecciones armadas del siglo XXI. Chávez estuvo contra esos pueblos, del  lado de sus dictadores. Apelo a la memoria del Che para que, quienes no han entendido aún la gravedad de esto y por omisión no condenan esta actitud, la revean. No podemos arrogarnos suponer qué hubiera hecho el Che frente a estas dictaduras. Sólo podemos afirmar que nunca estuvo en contra de ningún pueblo.
En Siria, ya hay dos millones de exiliados y más de 100.000 muertos en apenas dos años. Su  pueblo gime bajo las bombas de un estado genocida. América Latina sigue ausente de acciones solidarias. Cuba, como estado que se reclama socialista, debería estar a la vanguardia de una campaña internacional de solidaridad con este pueblo, así como de denunciar el apoyo de las recientes potencias capitalistas, Rusia y China, al dictador genocida Assad.  Siempre al lado de las luchas de los pueblos, no hay temor a equivocarnos.
El debate sobre los procesos reales que existen en América es necesario. La crítica es herramienta de transformación. Venimos de vivir  grandes derrotas de las revoluciones del siglo XX. Merece nuestro esfuerzo que el siglo XXI nos encuentre más críticos y reflexivos que nunca. Porque la revolución socialista sigue siendo hoy, tanto o más necesaria  que ayer. 
Laura Marrone
Laura.marrone88@gmail.com
Bs As, 18 de agosto de 2013







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